Aunque nos convocaron en el Monumento a la Revolución de la CDMX, la marcha del 8M inició en el metro. La estación Revolución de la línea 1 desbordaba mujeres. Cientos de voces aseguraban, atoradas en el andén, que: “América Latina será toda feminista”.
En el metrobús ocurrió lo mismo. Tuvieron que pasar muchos minutos para que todas las que lo utilizamos para llegar al punto de encuentro pudiéramos bajar del bus. La estación estaba a reventar, debimos esperar a que el transporte avanzara y el conductor recibiera la indicación de abrir las puertas. Fueron más de 10 minutos de espera, con el sol sofocante y pegadas unas a las otras, ansiosas, sobre todo, porque no fuera a avanzar la marcha sin nosotras.
En la Plaza de la Constitución resultaba complicado encontrarte con tu grupo de amigas o con el contingente con el que habías decidido marchar. No por una cuestión geográfica, sino porque eran tantas las que habían asistido que para llegar al punto de encuentro debían sortear un tránsito multitudinario de mujeres vestidas de morado, otras con paliacate verde, la mayoría con pancartas y muchas más que decidieron manifestarse portando algún vestuario específico.
“Ojalá fuera monumento” o “Wey, la pared” fueron algunos de los mensajes que las manifestantes escribieron en los muros de las calles y de las cercas que se colocaron para proteger los edificios y monumentos por donde pasó la movilización. El Ángel de la Independencia, el Bancomer de Reforma, el monumento a Cuauhtémoc, las estaciones del metrobús, el hemiciclo a Juárez, las estatuas de Bellas Artes, Bellas Artes mismo, el Banco de México…
Fueron muchos los edificios que se protegieron ante la inminente marcha que denunció los feminicidios y la violencia que vivimos las mujeres cada día.

Pintas y destrozos ocurrieron en el camino que siguió la marcha, los muros fueron rayados, las esculturas “intervenidas”, las cortinas de los negocios también fueron utilizados para escribir consignas como “México feminicida”, leyenda que también se quiso colocar en la puerta Mariana de Palacio Nacional, pero que finalmente una bomba molotov impidió que se hiciera.

“Sin violencia” gritaban algunas y se ponían enfrente de las encapuchadas para impedir que enfrentaran a la policía. “Fuerza de seguridad”, según dice Wikipedia, que está entrenada para proteger monumentos, pero también para utilizar extintores y lanzar gas pimienta.
“Yo elijo la rabia”, decía una de las leyendas de las mujeres que marcharon; otras llevaban lonas con los rostros de alguna familiar desaparecida. ¿Cuál sería la reacción en estas marchas si viviéramos en carne propia el feminicidio de alguien de nuestra familia o el asesinato de alguna de nuestras amigas?
México es un país donde, cada día, son asesinadas 10 mujeres. Marchamos porque ninguna de nosotras se siente segura. Porque nos queremos vivas.

Tras varios minutos caminando a paso corto y lento (tantas éramos que era difícil avanzar), mujeres vestidas de morado o negro y que portaban pañoletas verdes (en apoyo a la convicción de las mujeres de decidir sobre sus propios cuerpos), se encontraron con el pequeño escenario colocado en la Antimonumenta, donde madres de mujeres víctimas de feminicidio, encabezadas por Elideth Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús Jaime Zamudio, asesinada en 2016, daban sus testimonios.

El micrófono se abrió para que todas las que así lo desearan se acercaran a contar sus experiencias con la violencia machista. “Lo quiero quemar todo, me mataron a mi hija”, gritaba Elideth.
Violencia intrafamiliar, violaciones y feminicidios fueron los temas que protagonizaron las historias que se compartieron. Al grito de “No estás sola” y “Yo sí te creo”, las asistentes derramaron lágrimas junto con las oradoras.

Frente a la antimonumenta, las encapuchadas se dirigieron a las vallas. Policías enviadas por las autoridades de la CDMX intentaban resguardar los monumentos colocados en las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes. No lo lograron. Las morras vestidas de negro lograron derribarlas y tuvieron acceso a una de las estatuas que decoran el Palacio de Bellas Artes.
Mientras ellas se reponían, a su alrededor se podía escuchar al unísono: “Fuimos todas”. Dándose la mano subieron a la estatua de Madero montado en su caballo, lo tiñeron de rosa y morado.
“Las que quieran quemar, que quemen y, las que no, que no nos estorben”, se escuchaba desde la tarima.
Junto al llanto y las exigencias de las madres de las asesinadas, los gritos de “No violencia” de algunas manifestantes se desvanecían.

La marcha siguió hasta la esquina de Eje Central y 5 de mayo, donde algunas manifestantes derribaron las protecciones que resguardaban las instalaciones del Banco de México e hicieron pintas en la fachada. En medio del llanto y la euforia, las mujeres se encontraron en la entrada del recinto y se abrazaron, luego de encender juntas el emblemático humo morado.

“No estamos todas, falta Ingrid”, “Hasta que nos respeten”, “Podemos ser peores” fueron algunos de los mensajes que se leían en las paredes y cortinas de los negocios de la calle 5 de mayo, por donde los contingentes tuvieron acceso al Zócalo capitalino.

Al entrar al primer cuadro de la capital mexicana, algunas marchistas fueron agredidas por grupos supuestamente religiosos. “Pinches aborteras”, les gritaban.
Los provocadores decían ser del batallón 49 (¿alguien sabe a qué se referían?) y, contrario a lo que se podría esperar de un colectivo religioso, llegaron armados con cadenas enrolladas en los nudillos.

El grupo Marabunta se encargó de separar a ambos bandos, ya que la policía capitalina no reaccionaba a proteger a las manifestantes que estaban siendo violentadas por defender su derecho al aborto. Las policías resguardaban la puerta de Palacio Nacional.
Un grupo de mujeres derribaron las vallas que rodeaban el escenario que estaba frente a la Catedral, en el ala izquierda de la plancha del Zócalo. Ingresaron.

Las primeras oradoras ya se encontraban en el escenario. Atrás de este, un grupo de manifestantes intentaba colocar una manta en la que se leía: “México feminicida”, por encima de la puerta Mariana. Mujeres y hombres infiltrados lanzaron bombas molotov en contra de ellas y lo impidieron.
Uno de los contingentes ponía un letrero que decía ‘México Feminicida’ en la parte frontal del Palacio Nacional. Frente a la Puerta Mariana. pic.twitter.com/QdUsi1gAxd
— Katy López (@katilunga) March 9, 2020
La bomba alcanzó a dos periodistas, una fotoperiodista sufrió heridas de segundo grado. Las mujeres lograron detener a dos personas; mientras, las oradoras denunciaban el atentado que había ocurrido detrás de ellas.
La policía seguía apostada frente a la puerta de Palacio Nacional, cuya fachada lucía manchas de color rojo y diversas pintas.
En esa última explosión vieron quien agredía a las mujeres y ellas mismas contuvieron a esa persona. pic.twitter.com/jXNrksvyGQ
— Katy López (@katilunga) March 9, 2020
Minutos después ocurrió otro enfrentamiento entre las uniformadas y las manifestantes. La policía intentó dispersar a las mujeres con gas lacrimógeno, pero no lo logró. Los reclamos de “cuidan más a las piedras que a nosotras”, no paraban.

Sobre la pancha del Zócalo, las manifestantes se montaron al escenario colocado frente a la Catedral, que en principio estuvo resguardado. Horas después del inicio de la marcha, las manifestantes conquistaron este espacio y desde ahí lideraron nuevas consignas. Abajo, se realizaban quemas, performances, cánticos y se seguían escuchando discursos de víctimas de violencia machista.
Las mujeres que buscaban colocar la leyenda “México feminicida” en Palacio Nacional, también exigían la atención de Andrés Manuel López Obrador. No obtuvieron respuesta por parte del presidente de México ni de las autoridades capitalinas, tan solo el gas lacrimógeno y las burlas de las policías que resguardaban la entrada del histórico edificio.
La marcha comenzó a dispersarse alrededor de las 20:00 horas. Algunas regresaron a sus hogares, otras siguieron celebrando la histórica reunión de mujeres en la que habían participado y que seguirá en pie de lucha “hasta que nos respeten”.

Algunos manifestantes regresaron a la Antimonumenta para colocar veladoras en honor de las mujeres asesinadas.
Tras la marcha se leyó en encabezados de varios periódicos que un grupo de encapuchadas habían intentado desestabilizar la protesta.
